viernes, 24 de mayo de 2013

Libertad...



La libertad es el beso impugnado, la luna alrededor del cuello sujetando los días, la soledad que brota de las manos a recibir la luz que hace de guía para todas las noches donde vivo dormida.




La libertad es saber que aunque no voy a volver, siempre estaré aquí, entre todas estas líneas que abren  mis caminos y cierran las puertas obsoletas e indebidas.

La libertad soy yo si me miro hacia dentro y me recuerdo viva. Un suspiro por cada paso dado en un obligado cumplimineto, hasta alcanzar las metas perseguidas.
Una voz que llama desde lejos a todos mis ruidos olvidados, a todos mis silencios, a todas mis locuras y a todas mis heridas.

La libertad es sólo un momento, un pequeño momento, donde yo ya no existo y dejo de ser mía, para ser una nada y así poder ser libre del olvido, que olvidó que era yo quien existía en el cuerpo desnudo que supiraba a través de mis miradas.

La libertad es lo absurdo de cada día estrecho que se sienta a mi lado, esperando que salve mis batallas en ese inhospito silencio de cada noche donde respiro sueños que se abracen dispuestos a sentir mis medidas en cada paso largo y en cada corta  pauta de cada nuevo día.

La libertad es ese intento de saber que soy yo, a pesar de mis malos y de mis buenos días y que nunca me miento, aunque no encuentre la salida.

domingo, 5 de mayo de 2013

Nuestra madrugada...



Me parió sin luz, de noche, al abrirse las lunas, en una fría esquina de la nieve que caía con el firme propósito de teñirme la piel que iba a ser mía.

Dispuesta a no rendirse a pesar de ese loco alboroto que se le vino encima, me dejó deslizarme a través de su vientre entre un dolor y otro hasta la vida que buscó para mi.

Se nos paró el tiempo en esa madrugada enlazadas aún por esa línea blanda y audaz que me fue alimentando de sueños y palabras durante tantos meses y luego en un mágico instante se nos rompió el silencio con el llanto que saltó de mi cuerpo hasta su fría y seca boca que me estaba esperando en cada beso pensado.

Al oír mis lamentos, descansó su cabeza sabiendo que existía con la fuerza del viento del invierno que me había traído en ese día. Me lavaron despacio con un cariño inmenso, me cubrieron de las ropas tejidas desde el centro de su tiempo hacia mis "nadas".  Después me acunaron un poco, mientrás ella miraba el fondo de mis ojos.

Cuando sentí su pecho latiendo con el mío, dejé que mi memoria recordara todo lo que vivimos abrazadas, en ese cuarto estrecho de su vientre y regresé al principio cuando casi era nada y ella acariciaba desde fuera mi extraña silueta, mientras contaba un cuento o cantaba una nana, en un aire que apenas sostenía mi nombre.

Me desperté de pronto de todos los recuerdos y me paré a mirarla. Sus ojos grandes, como grandes ventanas hacia el mundo me decían: " te quiero ", sin necesitar que ninguna palabra brotara de su boca para rozarme el alma.
Pasó un rato de silencios redondos, donde se respiraban las luces de una amanecida de nieve con sonrisas y lágrimas con el dulce sabor de la alegría de la vida donada. Luego, nos dejaron a solas con nuestras manos enlazadas.
Tan sólo nos mirábamos mientras llegaba el sueño y con él la mañana, de ese primer día de la vida que mi madre me había regalado, amparando mi cuerpo con su cuerpo, para que en mi llegada supiera que estaría protegida y que nunca, nunca... me faltaría nada.