domingo, 8 de julio de 2012

Rendida...








Y ya, cuando me caiga
rendida y fatigada,
me sabré luminosa
sin las luces oscuras,
que habitaban mi alma.


Atenderé mis cuitas,
con los sabios consejos
de un cuerpo destrozado.

Pelearé otro día,
por seguirme mirando
en el pequeño espejo,
que guardo en el armario.

Me desharé la trenza,
me arreglaré mi pelo,
me lavaré las manos,
me tenderé en el suelo,
y esperaré el momento
de la noche tardía …
¡ la que tiene  mi cuento !.

Ya no soy la princesa,
que dormía en el sitio
que le correspondía.

Fui cayendo al cieno
a un lodo tan oscuro,
que perdí los tres vértices
que en su momento,
estaban sujetando
el templo acobardado
de mi  esculpido nicho.

Al borde de las manos
el cilicio,
golpeando lamentos desdichados,
al sentir la caída
del cuerpo en entredicho,
con el que antes jugaba
a hacer que aún vivía,
cuando ya estaba muerta
tocando el precipicio.

Y es por eso que ahora,
rendida y fatigada,
me sabré luminosa.

Y atenderé mis cuitas,
me desharé la trenza,
y esperaré el momento
para cerrar mi cuento …
sin pausas y sin prisas.

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