lunes, 28 de mayo de 2012

Mi luna












Vestida y bien vestida
con sudario de plata,
se me ha muerto la luna.


Se oscureció la noche,
y al volver,
ella ya estaba fría
sin brillos en su cara.


No le quedaban besos, de calor
de pasiones aturdidas.
Se distrajo un momento de mis ojos
y se perdió en el día,
sin encontrar caminos
de regreso a las noches,
donde el lamento plácido del viento
nos mecía.


Las manos arrugadas,
los ojos apagados,
los labios confundidos ...
ahora, me siento tan anciana sin ella,
que me iría.


Con ella.
Con ella que me vistió
de luces de colores,
me consoló en los llantos,
me durmió entre sus brazos
bordeando las lindes
de este invierno
que me sabe a callado.


Me iría,
vestida en su silencio
a palpitar despacio cada noche,
y despachar deprisa cada escarcha,
sin apartar mis manos
de sus voces.


He perdido el sentido
y la ignorancia,
al no tenerla cerca y escucharla.
Me he detenido a ser quien no debía,
y se ha muerto mi luna.


La de los ojos grandes
que miraban “mis blancos
y mis negros”,
la de las manos cálidas
que sujetaban mis risas
y mis lágrimas,
la que escuchaba silencios sostenidos,
o súplicas cerradas.
He querido volver ...
y ya no estaba.


Vestida y bien vestida
con sudario de plata,
me he quedado sin alma.


Se la llevó mi luna
a morirse con ella,
viendo que no bastaban
los silencios
para partir el miedo de los días.


Su camisón tranquilo
de hilo de seda fría
cubre ahora los huecos
donde yo respiraba.


Con sudario de plata,
se han muerto mi alma...
y la luna mía.