miércoles, 9 de noviembre de 2011

Hache dos o ...

Fría, cálida, distinta ...
en aventuras rozando
la piel del cuerpo esperado,
y esperando su retozo
en dibujos prisioneros
sobre prismas de una estrella.

Fogosa, fugaz, pausada,
impertinente, atrevida ...
paseando sin pudores
por desnudeces dormidas,
para vestirse después
de reflejos transparentes
de luces atravesadas,
de sombras desconocidas,
de pasos de alcobas blancas,
de bosques de lluvia fina.

Es verde mar,
azul cielo.
Fuego rojo
de luz de luna caída,
abrazando, suspirando,
con risas de noche pálida,
en baile de danzarina.
Veloz resbalando presta.

Lenta en susurros deshecha.
Dulce el sabor en los labios,
al amanecer besando
caricias de noches viejas.

Pasa, pisa, corre, deja ...
se mira en su propio espejo,
alarga sus dedos húmedos
por cada pliegue pintado
que su voz aún sujeta,
descendiendo, recorriendo,
cayendo como sin prisa
por la piel,
que siempre esclava,
adorna con su perfume
los días y las ausencias
que delimitan los tiempos,
norte y sur de sus lamentos,
en boceto apresurado
de su eterna silueta.

Brota, surge, se detiene,
busca, escucha, se lamenta.
Arrobada deja el rastro
de su mirada coqueta.

¿Blanca ? ... ¿Negra ? ...
Sin sabor,
sabiendo a nada.
Sin color,
en mil pintadas.
Sin olor,
y con aromas
de alguna niña traviesa.
Agua ... agua ... agua.



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